martes, 10 de noviembre de 2009

La Cena de Elegancia.


por Rae del Cerro Floreado.



A la Paulita le gusta la miga con mayo para picar, al Mario le gusta el vino en caja para pasar el pan con mortadela, y a mí me sobra con una mesa bien puesta; un divertimento de 8 de la noche al paladar, mientras termino de preparar un plato rico y suculento.

Mi cena, la cuarta y última comida del día.

Hoy no es una noche especial; es viernes. Nadie ha ganado ni está de cumpleaños, sólo es viernes; viernes de esperar la teleserie hasta el lunes, viernes de noticias a las 9, viernes de levantarse temprano y de dormirse con la noctura, viernes cuando la cocina no huele mejor que otro días, viernes-viernes, viernes como todos los viernes en que nadie gana ni está de cumpleaños. Y este viernes hago caracoquesos.

La mesa ordenada, ambos con la mirada fija en el mantel floreado, la casa pasada a caracoquesos. Es cosa de revolverlos bien y esperar lo justo para que no queden grumos. A nadie le gustan los grumos tanto como a la Paulita. Si para su cumpleaños le hiciera una torta de grumo con arreglos en nata sería la niña más feliz del mundo. Cabra de mierda. Es capaz de calentar cinco veces un vaso de leche para cubrir cada uno de sus dedos con nata y comérsela fría. Dedo por dedo. Nata fría. No le voy a dar en el gusto. Y me dice la Mari Nieves que no exagere jamás con mi cariño, que el Mario siempre está curao y la Paulita es obesa; se comerían cualquier hueá. “Elegancia, podrías darles caca confitada y la van a disfrutar como si fuera budín de coliflor,” insiste la Mari Nieves, a quien hace unos días le cayó un pedazo de árbol en la cabeza con la incesante lluvia y quedó imbécil. No hay que escuchar a los imbéciles. Aunque digan que lo es por tacaña, para mi la Mari Nieves sólo es imbécil; guarda comida descompuesta, sus frutas parecen gatos de pelo largo, y cuando van visitas les corta el pelo y hace macedonia, su famoso postre. Revuelvo, ya casi están.

La Paulita nunca aprendió a comer con la boca cerrada. El Mario se tira flatos con olor a cantina y la Paulita se caga de la risa con comida en la boca. La Paulita está obesa y no se da cuenta porque cada mañana le digo que está un poco más linda. Es mentira. Está guatona y horrenda. ¿Qué más le voy a decir? ¿que no parí una chancha culiá, que me da asco verla comer, que me demoré demasiado en quitarle la teta, que nunca va a pololear porque es una ballena redonda y pareciera que se humecta el rostro con mantequilla? Cara de chancho, le digo en secreto, y a ella siempre, “mijita linda, coma lo que quiera.” Y se come lo quiere, como una marabunta selvática o prehistórica. El Mario, que es tierno hasta con las putas, nunca la corrigió. Sonríe como un tarado cuando la Paulita juega con él y le pregunta si quiere paté. Sabiendo lo que viene, el Mario siempre le dice que sí, y la guatona asquerosa le muestra su bolo alimenticio; gorda culiá, fea, maleducada y desconsiderada. Yo se que en el fondo al Mario le da pena tener una hija fea y por eso toma. Come lento, como los borrachos tristes, esperando entre cada cucharada a que se duerma lo que tanto duele y le impide tragar. A mi esa hueá me da pena; preferiría que estuviera en otro lugar que le gustara, que la Paulita no fuera rubia ceja negra, que fuera un poco feliz lejos de aquí. 1 minuto y ya están. La Paulita tiene otro juego nauseabundo: los sabores. Mezcla manjar con mayo y le da una cucharada al Mario, quien debe adivinar los ingredientes de la repugnante preparación. Al otro día el Mario y su diarrea; diarrea de curao y diarrea de enfermo. Pendeja mala, se caga de la risa exhibiendo el puré de miga con mayonesa entre sus dientes, la lengua rosada por el jugo de berries, y los dientes de dragón, como ella llama a las babas espesas que unen sus labios.

Ya está.

Pongo tres platos en la mesa. La guatona se relame, el Mario tiene cara de pena. Gorda conchasumadre y gil culiao. El olor a caracoquesos se siente hasta en Burkina Faso.

Mañana la Mari Nieves va a entrar a la fuerza.

Mañana no será sábado.



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Braulio del Descampado dice: “Este texto fue leído por la Natcha para dar inicio a la segunda Náusea del Pueblo, el 3 de julio del 2009″.

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